miércoles, 29 de junio de 2011

Otra manera - Capítulo 5

“De todos es errar, solo del necio perseverar en el error.” Cicerón

A pesar del clima general de terror que había en el pueblo, la revolución no habría sido más que un juego allí, de no ser por la muerte de Don Gregorio.
Casi no había habido disparos. El día del levantamiento, todos marcharon con sus rifles, armas de caza, a casa de Gregorio. Allí, para su sorpresa, el aristócrata había organizado una pequeña resistencia. Alguien le había alertado lo que ocurría, probablemente para que escape. Pero no quería irse.
La resistencia del poderoso viejo consistía en guarecerse en su casa, tras haber tapiado las ventanas, junto a los dos únicos oficiales de policía del pueblo: Jorge, y su joven ayudante. Este último se rindió y salió de la casa con las manos en alto al ver que su padre estaba entre la multitud revolucionaria. Fueron necesarios algunos disparos, aunque ninguno con intenciones verdaderas de herir a nadie, para que Jorge siguiera tras él.
Don Gregorio, por otro lado, estaba empecinado en defender sus pertenencias y su situación de poder en el pueblo. Desde una de las ventanas más altas de la casa, quiso disparar al carpintero, a quien guardaba especial aversión. Jamás había disparado, y hubiera sido más sensato no hacerlo: la antigüedad que tenía por arma explotó en sus manos y las esquirlas metálicas le destrozaron la cara y parte del brazo.
Murió desangrado varias horas después.