jueves, 29 de diciembre de 2011

domingo, 25 de diciembre de 2011

Respuestas IX: El grito

                                                a esta invitación de Valeria Marzilli

                                                    
El atardecer de los barcos de la mano,
y los matrimonios del tedio
del paseo de costumbre,
y mi espera
por tenerte.

Voy corriendo.

Es largo este puente,
soy consciente.
Es larga mi espera.
Puedo verte:

Encontrarnos de nuevo
en la mirada
que solo al ver figuras
verá nombres
y recuerdos
y cariños.

Ya se achica la distancia
y esa brecha
que separa nuestros cuerpos del abrazo
no es rival para mi canto.

Grito.


                                                        Basado en "El Grito", Edvard Munch

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Respuestas VIII: Camino

                                         a Zapatillas por el mundo de Adela


¿Qué pasa cuando miramos nuestros pies?
A veces miro mis pies y los descubro pesados. Cada paso es más lento y más difícil que el anterior. ¡Y cada vez estoy más agotado! Gran peligro traen estos caminos, porque el engañoso suelo parece ser suave como la seda, y las hierbas en forma de almohadas y mantas crecen libre y abundantemente. Y basta con acostarse y cerrar los ojos tan solo unos instantes para que el aplomo que habitaba nuestros pies invada nuestras mentes, nuestros sueños, nuestras ganas. ¡Y qué difícil
                                                                                            es despertar entonces! 

Otras veces miro mis pies para descubrir que solo hay aire debajo. Que dejé flotar mi cuerpo al mismo tiempo que mi mente, y mientras imaginaba caminos de luz y viento estos se hicieron reales sin darme yo cuenta, y los recorrí sin cansancio alguno. O con ese cansancio placentero, como el de los músculos de la cara después de sonreír por mucho tiempo.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Dulzura

                         ilustrado por

   Se le acercó para declararle su amor. Tan perfecta era a sus ojos que, tras sentarse junto a ella en la arena de la playa, le habló durante horas sin parar.
 Le habló, primero, de cómo amaba su mirada distraída, su figura esbelta, y las flores con que adornaba su cabello. Le habló, después, de cómo podrían ser felices juntos, le habló de que tendrían toda una vida para conocerse, que qué importaba que jamás se hubieran visto antes, que qué importaba el que dirán, que qué importaba nada si se tendrían el uno al otro. 
 Ella lo escuchó con infinita dulzura durante todo el tiempo que el joven habló apasionadamente. “Mi nombre es Mneiae. Ahora que me conocés, podés empezar a buscarme”, le dijo al tiempo que se transformaba  en arena arrastrada por el viento.

lunes, 5 de diciembre de 2011