- ¿Has vivido alguna vez?- pregunté al robot que, analítico, me miraba. Me miraba con los ojos vacíos de una inteligencia superior. Me miraba con la frente en alto como si pudiera sentir orgullo humano… como si pudiera sentir. Así me miraba.
- No lo sé. ¿Y tú?- Contestó.
Llegué a odiarlo. A odiar profundamente su voz metálica, su voz inerte y monótona. Llegué a odiar su cuerpo de hojalata, y sus músculos de goma que lo hacían ver tan real, tan humano como yo.
-Una vez me sentí vivo, realmente vivo- le dije, como si mi cuerpo no estuviera hecho de hojalata, como si mi voz no fuera monótona y metálica, y mis músculos no fuesen de goma.
-Publicado en El Microrrelatista-
Sin palabras; realmente genial.
ResponderEliminarUn certero y delicado entramado sobre la proyección.
Tremendamente humano.
Una pena que no tengas el ícono de Google+ para compartirlo, es un texto que sin dudas merece rodar lo más posible. Lo merecen los lectores.
Saludos australes
¿Y eso cómo funciona?
EliminarCoincido con Juan, realmente genial.
ResponderEliminarEste micro goza de muchas de las virtudes del género. Tiene intensidad de efecto, un esquema de acción posible, embauca lo justo y necesario al lector como para que este no se sienta trampeado, y nos regala un final contundente, de los que te llevan -irremisiblemente- a la relectura inmediata.
Sin duda, una gozada para tus seguidores y los de El Microrrelatista.
Un abrazo,
Espejito del robot y caleidoscopios del autor!
ResponderEliminarSalud!
Me fascinó. Me encanta cuando algo pequeño puede ramificarse en infinidad de maneras, y este es un ejemplo conciso de tal referencia.
ResponderEliminarEl tratamiento en el relato es genial, y la llegada del último párrafo sublime.
¿Qué pasará el día qué las máquinas puedan sentir? Me da pavor imaginarlo, pero vos Lucas, ya lo hiciste por mí... Y no me tranquilizó mucho que digamos.
Un abrazo :D
Encuentro entre dos robots. ¿O no?
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Es haberse encontrado con el colmo, que el robot con una consonante y un pronombre personal, desestabilice hasta el odio.
ResponderEliminarExcelente relato.
Un abrazo.
Suscribo una frase de Pedro que me parece perfecta: embauca lo justo. Tiene equilibrio, fuerza y un poder sugerente para meter al lector detrás de la primera persona y hacerle pensar. Me gusta la reacción de rabia del personaje. Muy logrado.
ResponderEliminarAbrazos
Amo los microrrelatos! Gracias por compartirlo!
ResponderEliminarVivimos sin pararnos a vivir.
ResponderEliminarEs la verdad.
Es un texto fabuloso.
Un beso vivito y coleando ( o dos).
me recordaste "planeta azul", de winterson.
ResponderEliminarun abrazo*
Sólo voy a decir: gracias.
ResponderEliminar¡Qué bien, no me lo esperaba!
ResponderEliminar:) :) :)
Muy bueno.
ResponderEliminarA mí me sonó a Blade Runner.
Saludos.
Qué difícil es eso de pensar en lo que es vivir, y jugar con ello a modo de defensa o agravio. También a mi se me fue la mente a Blade Runner como a Toro Salvaje. "Llegué a odiarlo", creo que esa es la parte que más me conmueve, porque nos hace vernos a nosotros mismos cayendo en la tela de araña que hemos tejido.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Qué perfecto! En serio, esa sola palabra me alcanza. ;)
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarMuy bueno.
No son muchos los que pueden afirmar que se se sienten vivos en sus vidas pautadas y vacías. Muy buena, esta historia, invita a una profunda reflexión.
ResponderEliminarUn abrazo.
No quiero ni imaginar cuantos "robots" humanos van deambulando por este mundo sin consuelo ni culpa alguna...
ResponderEliminarMe gustó el relato del relato...
Un saludo, gracias por pasar,
Db.
Brillante..de verdad, me impactó. Besos
ResponderEliminarBellísimo con B de brillante. Gracias por poner el corazón a todo lo que haces. Poesía eres tú!
ResponderEliminarMe gustó la reflexión sobre la vida que no es vida; interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.