Huimos del rocío
y del sol que se venía,
cuatro sillas y un mantel
hacen de carpa en el jardín.
Para adentro me robé
unos almohadones del sillón y un par de lonas.
No nos importan el tiempo
ni el orden, contamos
historias sin comienzo ni final.
Vemos nacer el día
bajo la luz extraña que cruza
con paciencia entre los tejidos
y el canto amortiguado de un zorzal.
Jugamos a quedarnos despiertos
como cuando éramos chiquitos,
charlamos sueños,
actuamos comedias de lo que fuimos,
tomamos mate y hacemos planes.
Antes de irnos dibujamos
recuerdos permanentes
con lapicera en una servilleta.